Las conquistas de Alejandro Magno condujeron a la formación de un nuevo orden político y económico de grandes dimensiones, que fue primeramente controlado por los reyes helenísticos y después por Roma. A estos territorios pertenecía no solamente todo el mundo mediterráneo sino que también formaban parte de él. En el este, los países entre Mesopotamia y la India, y por el norte, las regiones de lo que actualmente hacen parte Francia, Inglaterra, Alemania occidental más los países alpinos y del Danubio. El cristianismo se desarrolló como parte de la cultura de este nuevo mundo en el que durante el período helenístico habían tenido lugar importantes procesos de interpenetración y una amalgama de diversos elementos culturales y religiosos. A la formación de estos procesos contribuyeron muchos elementos de diferente origen, pero en filosofía, arte, literatura, ciencia y religión los resultados se vieron determinados primordialmente por el elemento griego.
En tiempos de Jesús estaba aún vivo el recuerdo de la última gran etapa de independencia y expansión nacional judía, bajo los reyes asmoneos (142-63 a.C). Desde el año 63 a.C toda Palestina quedó bajo el control de Roma, aunque las formas de esta subordinación variaron con el tiempo y las regiones. En unos casos Roma se sirvió de hombres fuertes elevados a la categoría de reyes o etnarcas vasallos, en otros, gobernó directamente a través de prefectos o procuradores. La dominación romana acabó definitivamente con la jerarquía social y política tradicional, que había estado religiosamente legitimada, dejando un vacío interno de poder.
La dinastía asmonea gobernó una Palestina judía e independiente durante casi cien años, desde mediados del siglo II a.C. hasta mediados del siglo I a.C. Durante este periodo de tiempo Roma fue extendiendo poco a poco su poder sobre todo el Mediterráneo Oriental y fue transformando su inicial vínculo de amistad con los descendientes de los macabeos en una relación de dominio. Las luchas internas entre los miembros de la propia familia asmonea y el apoyo que unos u otros brindaron en determinados momentos a las facciones rivales de la guerra civil romana, dio finalmente ocasión a la conquista de Judea por Pompeyo en el año 63 a.C.
A partir de entonces, todos los reyes judíos gobernarán únicamente bajo el título de rey o etnarca vasallo de Roma, que tendrá poder para elevarlos al trono, cobrarles impuestos, llamarles a juicio y deponerlos. Durante más de dos décadas Roma siguió confiando el poder local a miembros de la familia asmonea, pero en el año 40 a.C., tras otro periodo de luchas intradinásticas, optó por nombrar rey a uno de los gobernadores locales, el idumeo Herodes. Herodes, conocido con el sobrenombre de “el grande”, recibió un territorio algo recortado en relación con el antiguo reino asmoneo, pues los romanos habían concedido autonomía a casi todas las ciudades helenísticas de la costa y la Decápolis.
Su origen no judío (los idumeos habían sido conquistados y sometidos a conversión forzosa hacía apenas un par de generaciones) y su clara subordinación a los dictados de Roma fueron, desde el primer momento, factores en contra de su aceptación por parte del pueblo. A ellos hay que añadir la represión interna, que afectó sobre todo a la antigua familia real y a la clase gobernante que la apoyaba, así como a las numerosas bandas de salteadores y grupos guerrilleros independentistas que operaban en las montañas.
Herodes “el grande”, imitando a los grandes monarcas helenísticos, gobernó con mano muy dura y de forma totalmente personal. Emprendió un programa de grandes proyectos urbanísticos, sin precedentes en ningún otro reino de las dimensiones del suyo y acerca del que aún se discute si fue beneficioso o nefasto para la economía de sus súbditos. La construcción más emblemática fue, sin duda, el nuevo Templo de Jerusalén, finalizado ya después de su muerte. A la muerte de Herodes el grande, en el año 4 a.C Roma divide su reino entre tres de sus hijos, a quienes concede únicamente el título de etnarcas. Tras una década de levantamientos internos en Judea y Samaria, el etnarca Arquelao es depuesto y Roma asume directamente el gobierno de estas dos regiones, junto con Idumea, y las transforma en una prefectura dependiente de la provincia de Siria. A partir de entonces y hasta el estallido de la primera guerra judía en el año 64, los territorios de la región de Palestina se distribuyen de formas diversas y variables entre etnarcas descendientes de Herodes y representantes del Imperio Romano.
Cada vez que un etnarca daba signos de debilidad o de rebeldía, Roma lo eliminaba y procedía a una nueva redistribución del poder en la zona. Desde el año 6 al 41 d.C., por tanto, durante la casi totalidad de la vida de Jesús, Palestina estuvo dividida política y administrativamente en dos etnarquías y una prefectura. Galilea y Perea correspondieron a Antipas, uno de los hijos de Herodes el Grande, su hermano Filipo recibió diversos territorios al norte y oeste de lago de Genesaret, mientras que Judea, Samaria e Idumea quedaron bajo el mando de un prefecto romano cuyos cuarteles generales estaban en Cesarea Marítima. Las ciudades de la Decápolis y de la costa, de población mayoritariamente pagana, gozaban de libertad para autogobernarse en los asuntos internos, aunque en los externos estaban subordinadas a la política imperial de Roma.
Cuáles fueron los grupos políticos y religiosos que existieron en este tiempo. Sus características y funciones sociales.
Desde la restauración de la comunidad postexílica hasta los comienzos de la crisis macabea, la clase dirigente judía fueron las grandes familias sacerdotales. Entre todas ellas, la familia de los zadoquitas gozaba del nivel social más elevado pues, tras la vuelta del exilio, había conseguido hacerse con el derecho exclusivo a ejercer el sumo sacerdocio. Existía también, ciertamente, una aristocracia laica representada en el órgano principal de gobierno, el consejo presidido por el sumo sacerdote, pero la legitimación de su poder y estatus ante el pueblo no podía compararse con la de los sacerdotes.
El ideal de organización política interna era, al fin y al cabo, el de un gobierno teocrático, cuyo principio operativo básico consistía en aplicar la Ley divina a todas las esferas de la vida y los sacerdotes eran quienes mejor podían realizar esta tarea. El sistema político de los imperios y monarquías helenísticas brindó a la aristocracia judía la posibilidad de incrementar su poder al margen de la institución sacerdotal. Tanto Alejandro como sus sucesores fomentaron de forma general la helenización de las élites urbanas locales con el fin de integrarlas en sus redes administrativas, las cuales estaban formadas principalmente por servidores fieles a quienes daban el título de filoi (amigos). Educados en la cultura griega y, al mismo tiempo, conocedores de la problemática política local, los miembros de estas élites parecían las personas más adecuadas para ejercer como intermediarias entre las poblaciones autóctonas y el poder central.
La mayor parte de las familias aristocráticas judías, tanto sacerdotales como laicas, acogieron gustosamente el estilo de vida griego y las nuevas oportunidades de ascender en estatus social que dicha asimilación les ofrecía. El distanciamiento cultural entre la élite sacerdotal y el pueblo está en el origen del levantamiento macabeo que eliminó o forzó la huida de casi todas las familias aristocráticas tradicionales. Los sacerdotes zadoquitas perdieron definitivamente el poder y prácticamente desaparecieron de la escena política. A pesar del nacionalismo y exclusivismo religioso supuestamente profesado por los reyes asmoneos, su sistema de gobierno se apartó definitivamente del ideal político del Judaísmo tradicional, convirtiéndose en una réplica menor de las monarquías helenísticas a las que inicialmente se había enfrentado.
El cargo de sumo sacerdote pasó a ser propiedad de la familia real, siendo ocupado por el propio rey o un pariente cercano. El antiguo consejo de ancianos presidido por el sumo sacerdote quedó transformado en un órgano meramente consultivo, llamado ahora sanedrín, y del que fueron expulsados todos los miembros de las antiguas familias aristocráticas opuestos a la política asmonea. Se dio cabida en él, sin embargo, a nuevos grupos político-religiosos surgidos en los años de la rebelión macabea, como es el caso de los fariseos. Se creó una nueva clase aristocrática formada por los propios miembros de la familia real, sus amigos, partidarios y servidores fieles, que ocuparon todos los puestos políticos y administrativos de responsabilidad, siendo además recompensados con porciones más o menos grandes de las propiedades confiscadas a los enemigos de la corona. La nueva élite social surgida en torno a los asmoneos carecía de la legitimación religiosa que habían tenido las grandes familias sacerdotales de épocas anteriores. El recuerdo del liderazgo macabeo en la lucha por la liberación nacional y religiosa mantuvo, sin embargo, durante un tiempo el respeto del pueblo por la familia real.
Tras su ascenso al poder, Herodes el grande eliminó a todos los miembros de la familia y de la nobleza asmonea que no habían sido ya eliminados en las luchas intradinásticas de los años precedentes. Creó, a su vez, otra nueva élite política formada por sus amigos y partidarios, muchos de ellos idumeos como él o paganos, a los que repartió las tierras de la élite asmonea asesinada. Dispuso del cargo de sumo sacerdote según su interés, nombrando y deponiendo a su antojo sacerdotes procedentes de la diáspora, los cuales eran totalmente desconocidos en Judea y desconocían, ellos mismos, la problemática interna de la nación. El sanedrín perdió todo resto de prestigio y poder quedando convertido en una marioneta manejada por el rey. Al asumir los romanos el gobierno directo de Judea, Samaria e Idumea intentaron recabar la colaboración de al menos una parte de la élite social autóctona. La práctica romana habitual en las naciones conquistadas consistía en procurar que fueran sus líderes naturales quienes se responsabilizaran del orden interno, prestándoles, cuando fuera necesario, el apoyo de las tropas.
En esta ocasión, sin embargo, no pudieron encontrar ningún grupo social poderoso que tuviera prestigio suficiente delante del pueblo. Formaron un sanedrín de gentes ricas, los beneficiarios de Herodes el grande, y se apropiaron del derecho de elegir sumo sacerdote. Impusieron a este consejo la obligación de controlar la situación interna y mediar entre el pueblo y Roma en caso de conflicto; pero estas tareas estuvieron ya desde el principio por encima de las capacidades reales de sus miembros, los cuales carecían de autoridad moral sobre la gente. Resumiendo podemos decir que, en tiempos de Jesús, no existía en Palestina una élite social con ascendencia moral sobre el pueblo.
La clase sacerdotal más poderosa estaba muy desprestigiada debido a su colaboración sumisa con Roma, y la aristocracia laica tradicional había desaparecido. El poder local y la riqueza estaban en manos de los antiguos amigos de Herodes el grande y los partidarios de sus hijos, Antipas y Filipo (los herodianos). En estas circunstancias no es extraño que se produjera una proliferación sin precedentes de grupos y movimientos no oficiales de carácter político-religioso, y que muchas personas buscaran en ellos orientación, tanto para la vida privada como para la acción pública.
La conquista de Massada al final de la guerra judeo-romana (70 d.C.) implantó definitivamente el dominio romano en Palestina. Las principales sectas del judaísmo del primer siglo se cuentan en los relatos de los evangelios, pero tuvieron su origen en el período intertestamentario de los 400 años de silencio. Según Thomas D. Lea los judíos palestinos eran bastante sectarios pero reconoce en ellos su unidad religiosa, mayor que las demás religiones del mundo grecorromano. Los grupos que se mencionan enseguida tenían varias subdivisiones según el tratamiento que hacían de la ley. Ellos son:
1. Fariseos: El grupo más grande e influyente en los tiempos de neotestamentarios. Aceptaban las directivas de la ley oral y de la escrita. Se originaron con los jasidim durante la época de la revuelta macabea. Aceptaban todo el canon del AT pero daban atención especial a la observancia rígida de la ley oral o tradición. Creían en la existencia de ángeles y espíritus, en la inmortalidad y en la resurrección. El fariseísmo sobrevivió hasta convertirse en el moderno judaísmo ortodoxo.
2. Saduceos: Este nombre se relaciona con el de Sadoc, el sumo sacerdote en los tiempos de David y Salomón. Los hijos de Sadoc constituyeron la jerarquía sacerdotal en tiempos de la cautividad (2 Cro 31:10); su nombre persistió como el título de la secta sacerdotal en tiempos de Cristo. Surgieron de la dinastía asmonea durante el período intertestamentario. Los saduceos aceptaban la Torah o Ley como autoridad superior a la de los Profetas y los Escritos. Eran menos en número que los fariseos, más racionalistas, no creían en una resurrección corporal y negaban la existencia de espíritus y ángeles (Mc 12:18-27). Eran ricos y oportunistas que políticos que se unían fácilmente con cualquier grupo que pudiera ayudarles a mantener su poder e influencia. Era el partido sacerdotal, y su influencia desapareció con la destrucción del templo en el año 70 d.C.
3. Zelotes: Eran revolucionarios dedicados fanáticamente al derrocamiento del poder romano. Rechazaban pagar impuestos a Roma e iniciaron varias revueltas contra sus amos romanos. Una revuelta resultó en la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Aunque el término zelote llegó a ser identificado con el levantamiento del año 70 d.C, su uso en el NT (Lc 6:15) puede haber tenido una connotación que no era política.
4. Herodianos: Este grupo comprendía una minoría pequeña de judíos influyentes que apoyaban la dinastía de Herodes y, por extensión, a los romanos que instalaron a Herodes en su puesto. No se mencionan fuera de los evangelios (Mc 3:6), en donde ellos se unieron con los fariseos para conspirar la muerte de Jesús.
5. Escribas: Técnicamente era un grupo profesional más bien que religioso o político. Ellos interpretaban y enseñaban la ley del AT y daban opiniones judiciales en casos que se llevaban ante ellos. En el tiempo de Jesús la mayoría de los escribas eran fariseos, pero no todos tenían las habilidades teológicas de un escriba. Los escribas en el NT llegaron a estar bajo la misma condenación dada a los fariseos (Mt 23:2, 13, 15, 23, 25, 27, 29).
TALLER:
1. Consulto y escribo las citas Biblicas que estan subrayadas en el texto.
2. Elaboror un ensayo con el texto.